David Toscana

David Toscana es un escritor mexicano nacido en Monterrey en 1961. Se graduó como Ingeniero Industrial y de Sistemas en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), aunque luego de abandonar el ejercicio de la ingeniería decidió dedicarse a la escritura. Su primera incursión fue en 1992 con la novela corta Las bicicletas, ambientada en el norte de México. La misma fue producida durante su tiempo como becario en el Centro de Escritores de Nuevo León. En 1994 participó del ‘International Writers Program’ de la Universidad de Iowa, y, en 2003, del ‘Berliner Künstlerprogramm’. Ha publicado once novelas y dos libros de cuentos, su última novela El peso de vivir en la tierra fue galardonada con el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa.

En su narrativa el desierto, el mundo rural y la ciudad de Monterrey juegan un papel principal, dando el contexto para el desarrollo de personajes poco comunes, que intentan sobreponerse a la monotonía inducida por el mundo que los rodea. El autor mismo denominó este estilo como ‘Realismo Desquiciado’, donde personajes trastornados, ilusos, soñadores, o con cualquier condición mental que los saque de lo ordinario presentan y desarrollan sus problemas y reflexiones, generalmente envueltas en la ironía o la parodia, buscando hacer reír al lector mientras paralelamente obligan a reflexionar sobre temas universales como el fracaso, la soledad y la muerte. 

Entrevista

Entrevistadores: Yasmin Temelli Emiliano Garcilazo *

YT: Al leer tu novela uno se hace rápidamente la idea que se trata de un protagonista que se ha vuelto loco, como Don Quijote. Pero no por la lectura excesiva de novelas de caballería, sino por la literatura rusa. ¿Podrías contarnos algo acerca de los puntos clave de la historia?  

Conocemos la historia de Don Quijote, y este personaje lo que lee es novela rusa. ¿Qué personajes tenemos en la novela rusa?: alcohólicos, asesinos, prostitutas, tuberculosos, oficinistas mediocres y una serie de personajes que parece que no quisiéramos aspirar a ser como ellos. Y, sin embargo, el protagonista de la novela, su mujer y otros amigos que se van reuniendo, quieren jugar a este juego de ser parte de este mundo lleno de bajezas. Esto no lo quieren hacer para degradarse, lo quieren hacer porque viven como lo expresa una vieja frase de Terencio: soy humano, y nada humano me es ajeno. Pero lo cierto es que somos humanos y hay muchísimas cosas que nos son ajenas. Los personajes se preguntan entre otras cosas; yo nunca he ido al espacio, nunca he estado preso en Siberia, nunca he ido a la guerra, nunca me he vuelto loco, no he estado en un manicomio, no he sido alcohólico, no he sido tuberculoso. Entonces hay muchas situaciones del ser humano que están en las novelas y que no vivimos directamente, pero los personajes si quieren entrar ahí. Quieren hacerlo para sentir que conocen mejor el alma humana, para darle un sentido más profundo a la vida. Esto que encontramos en la literatura muchas veces no nos atrevemos a probarlo. En las novelas nos gustan los asesinos, las parejas infieles, la crisis del ser humano, los presos, las situaciones bélicas. Hay muchas situaciones extremas del ser humano que nos gusta verlas en las novelas, pero en la vida real las queremos evitar. Y aquí el juego es no evitar esas situaciones, sino tratar de probarlas un poco.


EG: Pensando  en el lector ideal que te imaginaste al momento de escribir la novela, alguien capaz de entender todas las referencias y moverse entre tanta intertextualidad; ¿Qué pasa con estos otros lectores que no tienen ese conocimiento de fondo, como es tu experiencia en la producción pensando en aquel que no va a entender esas referencias directas a Chéjov o a Dostoievski? ¿Hay lugar para ese otro lector inexperto también?

 Si lo hay, porque hay ciertos juegos que no se entienden si uno no lee desde el principio. Y del mismo modo que podemos leer a Don Quijote sin haber leído novelas de caballería, se puede leer esta novela sin conocer la literatura rusa. Si alguien la conoce, puede entender mejor ciertos guiños. Pero la novela funciona igual sin ellos. Sobre todo, lo que a mí me da mucho gusto es que muchos lectores a partir de mi novela se interesaron por la literatura rusa. Esta literatura que no habían leído, autores emblemáticos como Chejov, Tolstoi y Dostoievski del siglo XIX, otros del siglo XX. Siendo unos clásicos universales, hay mucha gente que todavía no los lee y a través de mi novela empiezan a sentir la tentación de leerlos. Como escritor esto me gusta más a que me digan “me gusto tu novela”. Me gusta mucho más que me digan “a través de tu novela ahora estoy leyendo o releyendo a los rusos”.


EG: : Quería hacerte una pregunta sobre el personaje de Antonio Chávez, este personaje tuberculoso devenido en Chejov. Se trata en cierta parte del único autor ruso donde el personaje que lo representa en la novela realmente se muere. Con los otros existe el juego de roles, pero el tísico Antón verdaderamente se muere. ¿La elección de la muerte del tuberculoso responde más a la relevancia de Chejov como autor dentro de la literatura rusa, o es más una decisión basada en que se le puede sacar más provecho estético al tuberculoso moribundo para representar la muerte? 

Si, por supuesto. Como el personaje representa a Anton Chejov y existe esta carta que él escribe desde Badenweiler, donde moribundo no encontraba nada que alimentara su alma. Esta persona termina muriendo en allí. Es una historia que está contada varias veces: la cuenta la viuda en las memorias; si tienen oportunidad de leer un cuento de Raymond Carver, que en español se llama “Tres rosas amarillas”, cuenta esto mismo que cuenta la viuda y que cuento yo. Pero para él se trata de un todo de un cuento, cuando ya Chejov está moribundo y el médico manda a pedir una botella de champaña. Esto parece que era una tradición para despedirse de la vida, aunque solemos pensar en champaña para celebrar. Entonces abre la champaña, es un brindis muy triste con la que se va a convertir en viuda en pocos minutos, Chejov y el médico. Ya tres veces hemos contado esta historia, donde Chejov dice “hace mucho que no bebía champaña” y se muere. Entonces como repaso las biografías de los personajes pues sí, resulta que el tísico se muere varias veces (se muere también cuando era Gogol, y en otras ocasiones).

Pero hay dos cosas en la novela: la primera es todo lo que es la literatura rusa, y la segunda es que al estar escribiendo me di cuenta de que también tenían que ser protagonistas los autores rusos. Comencé solamente con personajes, pero pronto me di cuenta de que las biografías de los autores eran muy importantes para la historia que quería contar. Y poco a poco entra la vida de Chejov, la vida de Tolstoi, la vida de algunos otros personajes que no siempre terminan bien: ejecutados, perseguidos o muriéndose de hambre camino a Siberia. Al final me di cuenta de que no era una novela solamente quijotesca en el sentido en que lo estábamos contando, sino que era una novela que le estaba haciendo un homenaje a todos estos escritores, y una oda a la libertad.

La literatura rusa se inaugura precisamente con Pushkin, quien escribe una oda a la libertad y a partir de ahí toda la literatura rusa estuvo llena de persecuciones. Los rusos nunca fueron libres con los zares, los bolcheviques o ahora con Putin. Entonces el padre de la literatura rusa fue desterrado por haber escrito esta oda a la libertad. Y cuando vamos viendo las vidas de cada uno de los autores sabemos que Dostoievski paso años en campos de trabajo forzado en Siberia, Tolstoi fue excomulgado por la Iglesia y censurado por el Estado. Si vamos viendo a cada uno de los autores, nos vamos a encontrar con esta persecución, esta falta de libertad y al mismo tiempo con unos escritores que dijeron, somos libres y nos vamos a jugar el pellejo para escribir lo que queremos o tenemos que escribir. Ellos nunca se detuvieron, por eso hay tantos escritores que terminaron castigados, desterrados, torturados, asesinados, fusilados, enviados a campos de trabajo forzado o en el mejor de los casos, cancelados. Esta es una palabra que la sentimos un poco reciente, pero cuando los soviéticos cancelaban a un autor (como por ejemplo a Ana Ajmátova). Te cancelaban y mientras todos los escritores del sistema gozaban de privilegios, ella vivía en la miseria y la pobreza. Tenía además muy regularmente a la prensa que la estaba insultando. Estas cancelaciones soviéticas llegaban a veces al punto que a uno lo terminaban encarcelando o asesinando. Eran muy duras estas cancelaciones.


YT: Me gustaría formular una pregunta más general, acerca del ‘realismo desquiciado’. Para todos nosotros sería muy interesante saber qué es exactamente y como se manifiesta en tu última novela.

La idea de realismo desquiciado no es que yo me la inventara, cuando un crítico me la puso yo la acepte. En cierto momento alguien sí quería explicar mi literatura a través del realismo mágico, sobre todo de este lado del mundo. En Latinoamérica, donde estamos acostumbrados a cierta extrañeza de la vida, nadie me colgaba ese título. Por eso Carlos Fuentes decía que, si Kafka fuera mexicano, hubiese sido un escritor costumbrista. Entonces veían historias extrañas y decían “ah, realismo mágico”. Pero efectivamente no hay nada de magia, solamente hay imaginación y hay personajes que están desquiciados: a veces porque están un poco locos, a veces tienen un problema mental, a veces simplemente quieren echar a andar su vida a través de la imaginación, a veces están borrachos. Pero siempre hay algo que altera el camino normal del cerebro. Lo que nosotros llamaríamos razonable, mis personajes no lo son. Y en buena medida es muy sano no ser razonable. Los niños no suelen ser razonables y se la pasan muy bien. Pero cuando un adulto quiere jugar un rol, ser policía o ladrón, le dicen que ya no está para eso. Por eso parece que hay locura cuando un hombre quiere ser caballero andante, y sin embargo que bueno que hubo un hombre así que enloqueció. Y este es el desquiciamiento. Que es también un desquiciamiento que hasta cierto punto creo que todos tenemos en privado. A veces estamos soñando despiertos y nos llevamos la imaginación y somos alguien que no somos. entonces si nos gusta esto, pero es muy difícil compartirlo. A veces en la cama uno si comparte ciertos roles con la pareja, entonces ahí si se vale, porque hay una especie de código de pareja que lo permite. En general los adultos no tenemos más permiso para este tipo de cosas. Buena parte de mis novelas ocurren en la imaginación de mis personajes, por dos cosas: uno porque con esta herencia de Don Quijote me gusta que ellos vivan el mundo que quieren vivir; segundo porque creo que el lenguaje es mucho más libre cuando está en la imaginación que cuando quiere aterrizar en una realidad razonable. Prefiero pensar que el mundo no es racional, a mí me encantan estos discursos de Don Quijote de muchas páginas donde tú dices “que maravilla es la locura de este hombre”. Entonces cuando la palabra es libre, como escritor te das el lujo de decir cosas que de otro modo no podrías decir y esto es un recurso que utilizo para poder decir ese tipo de cosas, incluso esas cosas que luego uno encuentra simpáticas.


YT: Mencionaste que es tu segunda vez en Siegen. Mi idea era preguntarte si Siegen tenía oportunidad de entrar en alguno de tus futuros libros, pero acabo de enterarme que ya existe en tu universo literario.

Así es. Escribí un pequeño articulo con una fantasía, que me muero en Siegen. Lo escribí hace cinco años:

Hice una breve gira por Alemania que incluía las ciudades de Bielefeld, Bochum y Siegen. Se me ocurrió hacer una lista de lugares que nunca pensé visitar; ciudades que nunca supe que existían hasta que recibí la invitación. Ya recurriré a mi bitácora que se guarda en los correos electrónicos, pero ahora recuerdo algunos sitios en Francia: La Ricamarie, Salon de Provence, Saint Yorre, entre otras. En Portugal están Matosinhos, Portimao, Leiria o Covilha. En Argentina: San Francisco o Carlos Paz. Y así en otros países. El escritor va donde quiera donde haya lectores, y eso lo hace sentir como el pan Bimbo.

Me encontré con mexicanos en estas, para su servidor, ignotas tierras alemanas. Lo que para mí es una circunstancia libresca, para ellos fue una sucesión de contingencias que los llevó a estar donde están. Ninguno de ellos tuvo el sueño de vivir en Bochum o en Bielefeld, pero ahí están. Estudios, trabajo, amores. Cualquier imprevisto es bueno para establecerse en un recóndito sitio.

Quien vive en París, Madrid o Berlín, nunca tiene que explicar por qué está ahí; pero los mexicanos en Krefeld o Besanzón han de contar su historia una y otra vez. Y no es asunto de pueblo pequeño. Cientos de veces yo tuve que relatar la historia que me llevó a vivir a Varsovia.

El día que esto escribo me amaneció en Siegen. Me enteré de que ahí había nacido Peter Paul Rubens y me lancé al museo que tiene una sala dedicada al pintor. En mi prisa por no perder el tren, malcrucé una calle. Entonces me vino una idea: ¿qué ocurriría si Toscana muriese en Siegen?

La historia tendría algo de patético. “Muere escritor mexicano en Siegen”. La nota tendría que aclarar dónde diablos queda ese lugar. Y yo ya nunca podría explicar por qué morí justo ahí. El embajador de México en Alemania se sentiría justamente molesto. “¿Cómo se le ocurrió matarse allá?” y enviaría al doblemente molesto cónsul a que se encargara de los trámites. Encima, el imprudente Toscana no dejó dicho nada. ¿Adónde mandamos el cadáver? ¿A México? ¿A Madrid? ¿A Cracovia? ¿Lo echamos en un féretro hermético? ¿Lo cremamos aquí mismo? ¿Tiene la embajada presupuesto para eso? ¿Dónde vive la viuda? ¿Quién le da la noticia? ¿Tiene alguna propiedad funeraria?

Regresé del museo a la estación de trenes con más precaución.

Ahora estoy en el aeropuerto de Düsseldorf, listo para volver a Madrid. Prometo cruzar las calles con precaución. Y, en caso de no hacerlo, las potenciales dudas del embajador en Berlín serán las de Roberta Lajous, que acabará por enviar al buen Jorge F. Hernández a identificar mi cadáver. “Sí”, dirá Jorge, “es él”. Y con la santidad que me da la muerte, agregará: “Fue un buen escritor”.

Fuente: https://www.milenio.com/cultura/laberinto/toscanadas-fue-un-buen-escritor

*Fragmentos de la entrevista que se publicará al completo en formato libro en 2024. 

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